Transformación e Innovación Social en Canarias ASTIC

Desde siempre, hemos pensado en la infancia como una etapa de preparación para la vida adulta, como un tránsito en el que se adquieren herramientas para un futuro aún lejano. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a mirar la niñez en su presente, en su capacidad de transformar, en su fuerza para cuestionar y reconstruir. Si queremos sociedades más justas, inclusivas y equitativas, el punto de partida no puede ser otro que la infancia. No es solo una cuestión de derechos, es también una apuesta por una sociedad donde cada niño y cada niña sean reconocidos como agentes de cambio desde hoy, no solo como una promesa de mañana.

A veces, la sencillez encierra la mayor sabiduría. En cada juego y cada pregunta, se esconde la posibilidad de un mundo distinto. Para ello, la infancia debe tener voz y espacio en la toma de decisiones. Transformar la sociedad desde la infancia es un compromiso ineludible, porque el cambio comienza en ellos y ellas.

Transformar la sociedad desde la infancia es una apuesta valiente, casi revolucionaria, que nos invita a mirar con otros ojos lo que siempre ha estado ahí, pero que, muchas veces, ignoramos. Es entender que el cambio no empieza en el futuro, sino en el presente, en cada espacio donde las niñas y los niños crecen, juegan, se expresan y encuentran el eco de sus voces en quienes les acompañamos.

Hablar de transformación social desde la infancia es romper con la mirada asistencialista que tanto ha marcado las políticas y programas dirigidos a la niñez. No se trata de hacer por ellos y ellas, sino de hacer con ellos y ellas. Es construir desde su realidad, reconocerles como protagonistas de su propio desarrollo y de los cambios que la sociedad necesita. No basta con ofrecer oportunidades, sino que debemos asegurarnos de que cada niño y cada niña puedan tomarlas, aprovecharlas y hacerlas suyas. Porque la transformación no es un regalo, es un derecho.

La infancia nos interpela. Nos exige repensarnos como sociedad, cuestionar nuestras estructuras y, sobre todo, asumir responsabilidades. No podemos pedirles a las generaciones futuras que reparen un mundo que les entregamos roto. La deuda es nuestra, y la única manera de saldarla es con acciones concretas que garanticen su bienestar hoy y su liderazgo mañana.

RECORRIDO

Desde nuestra experiencia en proyectos sociales y educativos, hemos podido constatar que los cambios profundos nacen de los espacios donde la infancia se siente segura, escuchada y respetada. En cada aula, en cada parque, en cada rincón donde se les permite ser, sin etiquetas ni barreras, está la semilla de una sociedad más justa. No se trata solo de educación, sino de participación, de justicia, de acceso real a oportunidades. La transformación social desde la infancia implica reescribir las reglas del juego, romper con lógicas adultocentristas y abrir espacios donde su voz no solo sea escuchada, sino tomada en cuenta en la toma de decisiones.

El deporte, la cultura, el arte y la educación son herramientas poderosas en este camino. Son los puentes que conectan a la infancia con su entorno, los espacios donde pueden explorar sus capacidades, superar límites y construir identidades fuertes. Pero para que esto sea real, debemos garantizar que estos espacios sean accesibles para todas y todos, especialmente para quienes enfrentan barreras añadidas, como la discapacidad o la exclusión social. La inclusión no es una meta, es el punto de partida.

Nos encontramos en un momento donde la transformación social desde la infancia no es una opción, sino una necesidad urgente. Es aquí donde el compromiso individual y colectivo se vuelve imprescindible. Cada gesto, cada política, cada programa debe estar orientado a generar impacto real en la vida de los niños y niñas, no solo en el papel. Es nuestra responsabilidad como sociedad, como educadores, como agentes de cambio, crear las condiciones para que la infancia pueda soñar en grande y, sobre todo, hacer de esos sueños una realidad.

Porque no hay transformación posible sin infancia. Porque su presente es nuestro mayor desafío y su futuro, la mejor apuesta que podemos hacer. Que nunca se nos olvide que en cada niño y cada niña hay un potencial inmenso de cambio, solo hace falta que les demos la oportunidad de demostrarlo.


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